¿Qué es el capital natural y por qué es clave para nuestro bienestar? 

En plena era de la emergencia climática y la pérdida acelerada de biodiversidad, el término “capital natural” ha comenzado a ocupar el lugar que merece en los debates económicos, sociales y políticos.  

Pero ¿qué significa realmente? ¿Por qué cada vez más instituciones públicas y privadas lo consideran estratégico? Y, sobre todo, ¿cómo puede ayudarnos a construir un modelo más ético, sostenible y resiliente? 

Te explicamos todos los detalles sobre el capital natural, su valor en la economía y su relevancia para nuestro bienestar individual y colectivo. Un concepto que, lejos de ser técnico o abstracto, conecta con lo más esencial de nuestras vidas: el agua que bebemos, los alimentos que comemos y la salud del planeta que habitamos. 

Capital natural: una definición necesaria para un cambio de paradigma 

Playa Natural

El capital natural puede entenderse como el conjunto de elementos y procesos naturales que proporcionan bienes y servicios esenciales para la vida y las actividades humanas. Incluye desde los recursos tangibles como el agua, los bosques o los suelos fértiles, hasta procesos menos visibles pero igual de cruciales, como la polinización, el ciclo del carbono o la regulación del clima. 

A diferencia de otros tipos de capital (financiero, humano o manufacturado), el capital natural no puede ser producido por el ser humano desde cero. De hecho, todos los demás tipos de capital dependen directa o indirectamente de la salud y funcionalidad de los ecosistemas. Sin capital natural, no hay economía, ni sociedad, ni vida. 

4 tipos de capital 

La Fundación Biodiversidad, en su estudio sobre capital natural y restauración ecológica, propone una clasificación que permite ordenar este concepto complejo en cuatro grandes tipos: 

1. Capital renovable 

Recursos vivos y ecosistemas que se regeneran de forma natural si se gestionan con criterios de sostenibilidad. Incluye la biodiversidad, los bosques, los océanos y todos los procesos biológicos que los mantienen. 

Paisaje Natural de uan montaña

2. Capital no renovable 

Recursos cuya extracción conlleva su agotamiento, como los minerales, el gas o el petróleo. Su uso implica una pérdida irreversible a escala humana, lo que hace urgente replantear nuestro modelo energético. 

Capital no renobable como el petroleo

3. Capital recuperable 

Recursos que pueden deteriorarse pero cuya calidad y funcionalidad pueden recuperarse mediante acciones humanas o naturales, como la restauración de suelos fértiles, humedales o acuíferos contaminados. 

Personas sembrando un arbol

4. Capital cultivado 

Capital natural transformado o gestionado directamente por el ser humano para su aprovechamiento: tierras de cultivo, bosques plantados o sistemas acuícolas sostenibles. Depende directamente de una buena gestión del capital renovable y recuperable. 

Esta clasificación ayuda a dimensionar mejor la fragilidad y potencialidad de los recursos naturales, facilitando la toma de decisiones y el diseño de políticas públicas. 

Clara sembrando un arbol

Los servicios ecosistémicos: cómo la naturaleza nos cuida a diario 

El capital natural se traduce en beneficios concretos para las personas mediante lo que llamamos servicios ecosistémicos. Estos servicios son el “puente” entre el estado de la naturaleza y nuestro bienestar. Se agrupan en cuatro grandes bloques: 

  • Servicios de provisión: alimentos, madera, agua potable, medicinas naturales. 

  • Servicios de regulación: control del clima, purificación del aire, prevención de desastres naturales. 

  • Servicios culturales: identidad, paisaje, inspiración, turismo, salud mental. 

  • Servicios de soporte: formación de suelos, ciclos de nutrientes, reproducción de especies. 

Un ecosistema sano es capaz de ofrecer una gran diversidad de estos servicios de forma estable. Pero cuando se degrada por contaminación, sobreexplotación o fragmentación sus servicios disminuyen o desaparecen. En ese momento, la sociedad se ve obligada a reemplazarlos con tecnología o asumir directamente sus pérdidas. Y casi siempre, con elevados costes económicos. 

¿Qué pasa cuando perdemos capital natural?

Incendio forestal

La pérdida de capital natural no es un problema ambiental aislado. Tiene consecuencias sociales, económicas y sanitarias directas. Por ejemplo: 

  • La desaparición de humedales reduce la protección frente a inundaciones. 

  • La deforestación aumenta las emisiones de CO₂ y reduce la captación de carbono. 

  • La erosión del suelo compromete la producción agrícola y la seguridad alimentaria. 

  • La contaminación de ríos y acuíferos obliga a invertir más en potabilización o a importar agua. 

A menudo, los servicios que proporciona un ecosistema son gratuitos hasta que desaparecen. Solo entonces comprendemos su verdadero valor. 

Restaurar para recuperar: el enfoque del capital natural 

Frente al enfoque clásico de “conservar lo que queda”, la Fundación Biodiversidad propone un paso más ambicioso: la Restauración del Capital Natural (RCN). Esta visión no solo busca recuperar espacios degradados, sino integrar naturaleza, economía y bienestar social en una misma estrategia territorial. 

¿Qué implica restaurar el capital natural? 

Clara sembrando un arbor
  • Diseñar proyectos con impacto ecológico, pero también económico y social. 

  • Incluir la participación de comunidades locales y sectores productivos. 

  • Aplicar indicadores de seguimiento que permitan medir resultados reales. 

  • Valorar económicamente los beneficios generados para fomentar la inversión pública y privada. 

Casos que lo demuestran: del río Llobregat a los montes andaluces 

Uno de los ejemplos locales más relevantes es el caso del río Llobregat en Cataluña. Restaurar el bosque de ribera permitió mejorar la calidad del agua y ahorrar costes de potabilización, evitando nuevas infraestructuras caras. Este tipo de soluciones basadas en la naturaleza no solo mejoran el entorno, sino que también resultan más rentables. 

En Andalucía, el proyecto RECAMAN demostró que los montes públicos no solo generan rentas forestales, sino también servicios recreativos, culturales y ambientales de enorme valor. Integrar estos beneficios “intangibles” en los balances económicos permite una mejor gestión y conservación del territorio. 

¿Cómo se valora el capital natural? 

Una de las herramientas clave es la valoración económica de los servicios ecosistémicos, que permite incorporar estos beneficios a los balances y presupuestos. Se pueden utilizar métodos como: 

  • Precios de mercado (cuando existen). 

  • Costes evitados (lo que ahorraríamos al mantener un ecosistema sano). 

  • Disposición a pagar (valor social percibido). 

  • Valor de uso indirecto (como el turismo de naturaleza o la educación ambiental). 

Estas metodologías permiten justificar mejor la inversión en conservación, restauración y gestión sostenible. 

Un nuevo modelo económico y social más resiliente 

Dos personas sosteniendo una planta con las manos

Invertir en capital natural no es una moda verde, es una estrategia de resiliencia. En un mundo sometido a múltiples crisis climática, energética, alimentaria y sanitaria fortalecer la base ecológica de nuestras sociedades es clave para adaptarnos y prosperar. 

La restauración del capital natural no solo ayuda a mitigar el cambio climático, sino que crea empleo, mejora la salud pública, reduce desigualdades y fortalece los vínculos entre comunidad y territorio. 

La naturaleza como aliada, no como recurso a explotar

El capital natural no debe entenderse solo como un inventario de recursos, sino como un sistema vivo que sostiene nuestras vidas. Reconocerlo, valorarlo y restaurarlo nos permite construir una economía más justa, resiliente y alineada con los límites del planeta. 

Porque cuidar la naturaleza no es un gesto simbólico, es una necesidad urgente. Y porque, al final, proteger el capital natural es también protegernos a nosotros mismos

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